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lunes, 25 de agosto de 2014

¿De verdad necesitamos un nuevo iPhone?

Quienes usamos computadoras a diario, teléfonos inteligentes, gadgets, tablets con el sistema operativo que más nos guste, sabemos de este afán que tiene la tecnología para vendernos, cada cierto tiempo, el siguiente modelo del teléfono celular, de la tablet o de la computadora. Y se entiende que siempre las cosas evolucionan y que de alguna manera, los nuevos dispositivos probablemente son más rápidos, tienen más capacidad de memoria, cuestan incluso menos que las versiones anteriores y son más robustos en muchos sentidos. Pero aún así, si tengo un teléfono que me funciona, ¿por qué habría de cambiarlo por el que me están anunciando que saldrá?
Los mercados funcionan vía la cantidad de productos que pueden vender, al menos considerando el enfoque más simple. Cuando salió el iPhone fue un teléfono novedoso, con una pantalla táctil que era la primera en el mercado (y de la cual los demás fabricantes rápidamente tomaron nota), amén de haber creado la tienda virtual de apps, un modelo que ha sido muy exitoso en general. Pero de esto ya han pasado algunos años y la competencia finalmente ha logrado cerrar la brecha que el iPhone abrió. Ahora otras marcas de teléfono funcionan de forma análoga al iPhone, tienen una tienda virtual y miles de apps que pueden ser descargadas, ya sea gratuitamente o de paga. Y ya cada usuario adquirirá las que quiera o necesite. Si ya tenemos todo esto resuelto, ¿por qué necesitamos un nuevo iPhone?
La mercadotecnia es aquí un factor importante: por una parte, siempre nos venden la idea de que el nuevo teléfono es mejor que el anterior, ¿pero lo es? Probablemente técnicamente sí, pero en términos de uso no hay nada realmente novedoso. Por ejemplo, Apple saca su iOS 7 y en el mismo cambia toda la iconografía y la hace plana. No le importa las críticas de los consumidores. “Hay que instalar esta nueva versión por muchas razones, es más rápida, menos “bugs”, nueva iconografía, etcétera”. Y el no hacerlo nos pone en “desventaja” frente a quienes ya dieron ese paso. ¿Y en serio vieron una diferencia notable en el desempeño, o en el uso de su teléfono? Yo digo que no necesariamente.
Hay productos que en economía se denominan elásticos e inelásticos. Los segundos son aquellos de los cuales no podemos prescindir, por ejemplo, los combustibles. Por eso esas campañas de “no comprar gasolina para que baje el precio” son inútiles, porque lo que no compraste hoy lo vas a tener que comprar mañana por necesidad. Los productos elásticos son absolutamente prescindibles. Por ejemplo, si la carne sube exageradamente, entonces podemos de dejar comerla y no pasa nada. Por ello, el propio mercado, la oferta y demanda, puede controlar el precio de ciertos productos. Un teléfono es un producto elástico. Estrictamente hablando no lo necesitamos. Hay opciones como incluso, los teléfonos públicos (y sí, sé que muchos están dañados, vandalizados, etcétera), por lo cual, los fabricantes tienen que apelar a las campañas publicitarias en donde se plantean un sinfín de estereotipos de felicidad debidos a tener un teléfono en particular. Y conste, esto lo hacen todos los fabricantes, no sólo Apple.
La cuestión es preguntarse con honestidad, como consumidores si necesitamos el nuevo iPhone, o el nuevo Samsung, o el teléfono que sea. Y en esto de hablar de necesidades, hablamos de las que son creadas. Nos han hecho creer que tener un celular es una necesidad, que tener la mejor tablet es imprescindible, que requerimos de una computadora de casi 4 GHertz con 8 GB de RAM para poder jugar Angry Birds, pero todo eso cuesta. Un amigo mío una vez me dijo: “quiero el celular de la marca X que acaba de salir”. Le contesté: “Pues date el gusto y cómpratelo”.  De esto precisamente se trata el consumismo. ¿O no?

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